Otra obra de Guillermo Sequera

Ultimamente, debido al cada vez más fehaciente proceso de globalización cultural que sufren los países de menor poder político, escuchamos en boca de nuestra gente: Tenemos que defender nuestra identidad. Que resurja lo nuestro… porque si no lo hacemos estaremos hablando en poco tiempo inglés o portugués. O nos convertiremos en la provincia o colonia cultural de tal o cual país.

En primer lugar, el peligro no está en hablar otros idiomas. El peligro no viene de afuera, como comúnmente se cree, sino de adentro. Por lo general, lo trae el desconocimiento de la propia cultura. La primera pregunta que podríamos hacernos para acercarnos al problema es la siguiente: ¿Qué es lo nuestro?, ¿quiénes somos?, ¿qué es el Paraguay? Una respuesta acertada no sería decir: paraguayos. La respuesta acertada es siempre la más amplia, la que ve más y mejor. Somos una sociedad pluricultural y pluriétnica. Dentro de la pluricultura del territorio oficialmente llamado Paraguay, están contempladas constitucionalmente las veintena de etnias desamparadas que subsisten en extrema pobreza, justamente, porque al formular estas preguntas no aparecen contempladas dentro de la respuesta más amplia, que ve más y mejor. Hemos heredado códigos de pensamiento de otras civilizaciones como la europea, más directamente de la española. Códigos de una mentalidad modernizada la cual descarta en una rápida escala de valores todo lo que no está relacionado con el cambio de mentalidad –la mentalidad de la dominación y abuso el poder-, que lo condena de falso o negativo. Pero entendamos que esto que sucede de modo inconsciente, son herencias de ideas impuestas por la cultura vencedora en su rápido asenso a la conquista, no sólo del espacio, sino también del pensamiento. Así las adoptamos inadvertidamente en nuestro lenguaje. Con esto queda claro que el peligro de base está en quienes estamos más cerca de la contingencia, los mismos que decimos: Ta heñoi jey ñanemba’e… por eso volvamos a las preguntas: ¿Qué es lo nuestro?, ¿quiénes somos?, ¿qué es el Paraguay?

El etnólogo Guillermo Sequera en su libro Kosmofonia Mbya-Guarani nos da un hilo para seguir el rastro hacia otra respuesta, donde la verdad está encerrada en su laberinto. El libro fue impreso en Brasil (atendamos que es de interés para nuestros vecinos), en enero del 2006. Se trata de una madura investigación sobre el patrimonio del tesoro inmaterial cultural de los mbya-guarani, a través de los cantos, los sonidos que hacen a su contexto. Podemos escuchar sonidos de la selva, los sonidos del agua, los animales, las risas de los niños retozando en un arroyo, los himnos sagrados, el ritual de la molienda del maíz. Todos los sonidos que reunidos nos llenan de imágenes auditivas, afectivas y visuales sobre esta cultura que como lo expresa el autor: “los mbya guarani son los verdaderos fundadores del Mercosur (entre fines del siglo XIX y 1988 se fueron desplazando llevando a cuestas su lengua, sus músicas, sus danzas, su cultura)”. A propósito atendamos a la palabra cultura para definir a estas etnias indígenas que no es raza, como algunos todavía repiten.

El término raza está reservado para los animales, en términos humanos usamos la palabra cultura, para referirnos entonces a diferentes etnias. Dicho libro, viene acompañado de un CD, con grabaciones que fueran colectadas por el etnólogo in situ, en su estadía con los mbyas. Entre los colaborados que han hecho posible la presentación de este libro, encontramos grandes personalidades como el poeta Douglas Diegues el único poeta que se expresa en portuñol, autor del poemario: Uma flor na solapada miséria. Manoel de Barros, reconocido poeta nacional del Brasil presenta la obra. En el libro opinan: antropólogos de prestigio como: el italiano M. Canevacci, el brasilero S. Medeiros, Magalí Sequera. Se distingue también el trabajo del etnomusicólogo francés L. Pin, el argentino R. Jiménez, y Magali Sequera, entre otros.

El tema del Patrimonio Cultural Inmaterial es intrigante. G. Sequera comentaba que los países serios, todos latinoamericanos (salvo Paraguay), poseen un archivo de donde se conservan celosamente toda investigación y registros llamados tesoros inmateriales culturales, ya que no son objetos, sino expresiones artísticas, tradiciones orales, costumbres colectivas. Estas son pues, verdaderas semillas de la raíz cultural de los pueblos. Si buscamos el verdadero fundamento de la identidad cultural de un país, debemos comenzar por descubrir lo autóctono. La contingencia está en que algunos tendrán que decidir cómo sienten lo autóctono, si es lo que les llega de la modernidad, o lo que ya estaba aquí gestado y florecido hasta que la pretenciosa sociedad de consumo -tras sus propios intereses-, comenzó a negarlo. Paraguay no tiene hasta el momento un instituto serio que albergue el riquísimo y vasto tesoro inmaterial cultural de nuestro patrimonio humano. Una prueba de lo que es este tesoro cultural aparece en el libro de Guillermo Sequera, Kosmofonia Mbya-Guarani, quien además posee un acervo rico de mil horas de registro y paciente colecta e investigación Después nos quejamos cuando nuestros cerebros migran al exterior porque en otros países sí los reconocen. Yo no sé si achacar la culpa al país, si lo que sucede es en gran parte desinterés de la misma sociedad. No es aceptable en estos tiempos la disculpa de la desinformación. El conocimiento cultural permite adoptar otra escala de valores para discernir lo falso de lo verdadero sin estar esperando que otros lo digan. Ahora, cuando hablemos de defender lo nuestro, podríamos considerar a las demás sociedades de nuestra tierra (nuestra, desde el ñande, no el orě), reconociéndolas con orgullo. Atendamos cómo a nuestro alrededor, en los demás países hermanos de América Latina comienzan las culturas indígenas a emerger de la condena, al decir de Roa Bastos. Tenemos mujeres como Rigoberta Menchú, en Guatemala.

Evo Morales, primer presidente indígena de Bolivia. Están pasando cosas a nuestro alrededor. Hay un sentimiento muy fuerte de lucha y reivindicación al respecto. Paraguay no puede quedar rezagado como furgón de cola.

Por otra parte, dice R. Jiménez, en su introducción del libro: “Naturaleza no es un concepto romántico perimido ‘superado’ por el recorte racional, sino un desafío vital para el ciudadano occidentalizado. El canto es algo que nos acontece. El canto es anterior. Es devenir”. Más adelante expresa: “La voz es madre de la oración, del fraseo, del movimiento sonoro y evocativo que nos vuelve del animal que somos. Que llevamos dentro. Cuánto animal seremos por detrás de la máscara social”. El etnólogo G. Sequera nos demuestra también, cómo los mbya no fueron una cultura cerrada como algunos creyeron, ya que tuvieron contacto con los jesuitas. Ello queda demostrado por el uso de dos instrumentos musicales (que se escuchan en el CD), que actualmente han desaparecido de la Europa contemporánea: como son la guitarra del renacimiento español y el rabel, ancestro del violín. Mientras el rabel desaparecía en Europa, era fabricado, interpretado y consagrado por los mbya. Sequera manifiesta con graciosa ironía que los actuales indiecitos mbya del Paraguay, generosos e inventivos, estarían dispuestos de muy buen grado a enseñarles a los señores europeos a volver a tocar su rabel del medioevo. Es un efecto del tiempo de la llamada trasculturación que ya está en posición de devolver el bumerán de la causa-efecto. ¿Cuánto más podrán enseñarnos las comunidades indígenas que ya han olvidado los propios paraguayos? Investiguemos, aunque más no sea por curiosidad en el libro la Kosmofonia Mbya-Guarani, de Guillermo Sequera, que próximamente se presentará en su segunda edición. Y para finalizar, nos queda este canto de la misma boca de los mbya que podremos apreciar en el CD que acompaña al libro: “Ô’ropytamiva, ore remiariro’i kuery, ñembopyta’i kuery pe, oipota, yvy potyra roguerojekuaa” Los pocos Mbya que sobramos, nosotros todos, los abandonados todos, queremos que todos vean cómo la tierra se abre como una flor. Distribuye Intercontinental.

Irina Rafols

Publicado en Suplemento Cultural de ABC Color